sábado, 6 de octubre de 2018

Ecos.

Déjalo estar. No intentes más cambiar. Se ha acabado. Todo ha acabado.

Convierte tus días en una misma sucesión. 
Repetitivo, repetición, hazlo hasta que te sea tan normal como la presión que sientes en el pecho cada día que todo vuelve a salir mal. 
Despectivo, no dejes de pensar en la puta mierda que eres y lo poco que vales. Todo te sabrá mejor. No pienses que te mereces algo, porque rabiarás mientras lo pierdes. Vas a perderlo todo. Siempre pierdes. Todos ganan.

Duerme. Duerme mucho y no descanses nunca. Destrózate todo lo que puedas y más. Diez pesadillas que te levantan para ponerte a mirar la tele, mirar vídeos o mirar lo que sea que distraiga un poco a tu puta mente. Ya no vales nada.

No vales nada.
Nada.

Nada es incluso una palabra demasiado fuerte para alguien tan despreciable. Camina solo por la noche, como un puto psicópata, mirando a todas partes buscando algo con lo que llenar tu alma vacía. Aléjate de aquello que te hace feliz, cree que puedes ser más feliz sin eso. Y falla. Como siempre.

Organízate para convertirte en la clase de persona que nadie quiere cerca, y si lo consigues, ponte a llorar en tu cuarto, como siempre. Desahógate, los mismos tres golpes de siempre en esa cama que es la única que te entiende. Porque nadie te entiende, ¿verdad? Nadie te da importancia. 

No. Tú no das importancia. Da igual lo mucho que los quieras, eres un desagradecido. Además, a nadie le deberías importar, de todas formas. Deja que terminen yéndose por nada y por todo, por gilipolleces que puedes evitar pero que, no sabes por qué, no quieres. Y no te olvides de sufrir sin moverte. No te olvides del grito sordo que nadie pretende escuchar.

Ven aquí. Mírame.
Mira tu reflejo en el espejo
Roto.

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